Relato de Seguidores: Último Paseo

domingo, 10 de julio de 2016

 
Último paseo, un infortunio

Desde el momento en que llegó a mí, mi vida comenzó a girar en la dirección menos pensada.

Ella se convirtió en mi todo: compartimos perritos calientes nocturnos, paseos interminables bajo las estrellas, chocolatadas derramadas, mañanas de ensueño bajo los cálidos rayos de sol.

 Ver el brillo que emitía en la noche lo era todo para mí.

Nos profesamos en silencio amor eterno; ella estaba allí para mí mientras que yo para ella era prácticamente su sombra.

Cada vez que la observaba, mi corazón se aceleraba y emitía erráticos latidos que estaban a punto de activar una bomba dentro de mi pecho.

Verla era todo para mí. Tocarla, sentir bajo mis dedos sus texturas y el aire gélido que desprendía su presencia por las noches, las gotas que resbalaban aquí y allá por su figura cuando el rocío de la madrugada nos agarraba desprevenidos cual delincuentes descubiertos con las manos en la masa.

¿Cómo no ser feliz?

Cuando funcionábamos juntos, yo podía sentir el cielo con mis manos: alto, fuerte, poderoso, invencible. Ambos poderosos e invencibles.

Debo admitir que verla al lado de otros tipos me ponía enfermo, pero ella era así. Y cada vez que nos reuníamos en el parque de diversiones (nuestro punto en común), ella no podía evitar ser amable con todas las personas. Ese gesto hacía que la admirara mucho más.

Pero como es bien sabido, nada dura para siempre.

Un día se fue.

Como todos los días, fui a buscarla por la mañana, listo para pasar la jornada con ella. Compré donas, leche malteada y pochoclos dulces. Lamentablemente, ella se había mudado, dejándome solo.

Me sentí vacío, más mareado que cuando la pasaba con ella. Mi estómago se sentía de la misma manera. A lo lejos, el cielo se partió en mil pedazos, como si se conmoviera también, sintiendo su ausencia infinita e imprecisa.

Como un loco adolescente desesperado y cegado por la adoración, me lancé a una búsqueda infructuosa. Dispuesto a ser su príncipe rescatista, me dejé llevar por los instintos, revisando cada recoveco de la ciudad, cada sitio aún sin descubrir. Cada espacio que parecía sin fin para cualquiera, era explorado por mí en dos minutos, arrastrado por la fuerza inevitable del sentimiento.

No comía, no dormía. Simplemente, no se sentía bien saber que ella estaba en algún lugar, desprotegida, sin mi amor para entregarle. Sabía que ella no me había dejado por sus propios medios.

¿Así sin más me era arrancada del pecho? Imposible.

Cada segundo que pasaba sin ella a mi lado, se sentía infernal. Así, yo presentía que iba a tener un pase directo al Infierno porque estaba pronto a cometer un asesinato exigiendo respuestas si ella no aparecía ya.

Mis venas palpitaban con fuerza y la agonía me consumía por completo. ¿Dónde demonios se había ido?

Mi madre visitaba mi cuarto a menudo, frunciendo el ceño en cuanta ocasión se le presentara.

—Nicolás, estoy cansada de tu holgazanería. Has estado recostado en esa cama toda la semana. Debe apestar a sudor y otras cosas no difíciles de imaginar —me reprendió con el dedo índice en alto y arrugando la nariz durante el proceso.

Hice una mueca de disgusto.

—Eww... Mamá, no digas eso que perderás el concurso de sutilezas del año.

—No te pases de listo conmigo. Vístete y vete de aquí de una vez.

Con una brusca incorporación, un tirón me atenazó de inmediato a lo largo de mi espalda como un látigo encendido en fuego.

—¿Qué dices, mamá?

—Como me has oído. Dúchate y lárgate a ver si despejas tu mente de la que te tiene estrujado el corazón.

—No la conoces, mamá —gemí.

—No la conozco y no la conoceré, por eso es que quiero que te la quites de la cabeza.

—Está bien —dije únicamente para complacerla, aunque bien sabía que era una buena oportunidad para hallarla.

Esa vez había tomado  un camino diferente del usual. Atravesaba los largos senderos de tierra y rocas con mi viejo ciclomotor, girando en la primera desviación a la derecha.

A lo lejos, una caravana de automóviles y fletes se extendía sobre el páramo brumoso. Mucha gente estaba arremolinada discutiendo airadamente, algunos niños con caras tan henchidas que rezumaban júbilo, el cual se reflejaba desproporcionalmente en sus anchas sonrisas. Algunos padres hacían fila para comprar algodones de azúcar o barras de cereal con cobertura de chocolate. Era un día feliz para cualquiera, podría decirse.

No para mí.

Aparqué el ciclomotor en una esquina entre un motor home azul y otro negro. Buen escondite, pensé.

Aparentemente, se trataba de una feria de diversiones. El aroma dulzón de las palomitas de maíz era tan intenso en aire que tuve que apretarme la nariz para no revivir viejos momentos.

De súbito, la vi a lo lejos. ¿Por qué estaba aquí?

Corrí hacia ella, arrastrando sin querer las cadenas de mi vehículo a medida que avanzaba.

Desde lo alto, la observaba con un gesto de triunfo. La acaricié, la abracé y la besé por todos lados. Ya no me interesaba que no quisiera decirme nada.

Ella seguía observándome en silencio. Noté que estaba rígida, estática, serena. Fría.

Esperé a que manifestara algún signo de interés, pero... nada. Lo único que se oía eran los abucheos de la gente impacientándose.

De pronto, mis piernas comenzaron a sentirse como gelatina. Me tambaleé hacia un costado y luego hacia el otro. Intenté sujetarme de ella pero mis manos resbalaron como mantequilla derretida.

Ella no me ayudaría.

Cuando entendí que estábamos moviéndonos a un ritmo frenético y que mi muerte era inminente e inmediata, miré hacia abajo y vi a un hombre presionando botones del tablero de control.

La gente, muda. Como mi adorada.

Con un suspiro resignado, lo entendí: mi amada me estaba regalando un último paseo.

Mi último giro. Porque ella giraría toda su vida. Y yo estaba pronto a caer.

Mientras que yo, lo último que vería de ella antes del impacto sería el frío metal que acaricié toda mi vida: La rueda de la fortuna.

http://nochesdetintaypapel.blogspot.com.ar/
~ Gabriela ~

5 comentarios:

  1. ¡Gracias por publicarlo! ¡Son un amor! ¡Besos!

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  2. Hola, quería comentar el relato de la seguidora que nos envío: Gabriela (¡Gracias a vos por participar!), la verdad es que me pareció entretenido, me daba mucha intriga saber que pasaba con esa relación viciosa pero creí que no iba a ser una mujer de verdad sino una cosa o algo así jajaja.
    Y el final...o.O wow. No esperaba eso.

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